encias-sanas

Los primeros signos y síntomas que aparecen cuando una encía no está sana son:

  • Sangrado espontáneo o tras el cepillado.
  • Inflamación, enrojecimiento e hinchazón de la encía.

Cuando el problema avanza se pueden detectar otros síntomas como:

  • Retracción de las encías (dientes con aspecto más largo).
  • Presencia de pus.
  • Mal sabor y mal olor de boca.
  • Movilidad y separación de los dientes.
  • Aumenta la sensibilidad con el consumo de bebidas y alimentos fríos.
  • Sensación de ardor y dolor en las encías.

Ante cualquiera de estos síntomas, y antes de que la gingivitis avance hacia una enfermedad periodontal, es aconsejable visitar al dentista.

La mejor forma de prevenir los problemas de las encías es tener una higiene correcta, evitar el tabaco, realizarse una limpieza cada seis meses y visitar al dentista periódicamente.

A pesar incluso de tener una buena técnica de cepillado, es inevitable que a lo largo del tiempo se forma sarro.

Por eso es necesario hacerse limpiezas periódicas en la Clínica Dental.

> Cómo limpiarse la boca correctamente.

Normalmente, es conveniente hacer una limpies bucal cada seis meses o un año, dependiendo de cada caso individual. En otros casos hay que hacer una limpieza más a fondo, en varias sesiones.


El tabaco es, como sabemos a ciencia cierta, el principal factor favorecedor de la Enfermedad Periodontal. Por tanto, es fundamental que las personas predispuestas o que comienzan a desarrollar una Enfermedad Periodontal busquen la mejor forma de abandonar el hábito del tabaco.

  • Los apiñamientos dentarios y las malposiciones dentarias crean espacios casi imposibles de higienizar correctamente. Además, los dientes en mala posición reciben las fuerzas de la masticación de una manera inapropiada, perdiendo inserción ósea.
  • Las ausencias dentarias, cuando no se reponen los dientes perdidos, tienen efectos nefastos para los tejidos de sujeción de los dientes.

Cuando perdemos un diente, desaparece gradualmente el hueso alveolar que lo sustentaba. Esa retracción ósea afecta también a los dientes adyacentes.

La ausencia de un diente, sobre todo un molar, supone una sobrecarga de esfuerzo masticatorio para los dientes adyacentes. A medida que pasa el tiempo, Los molares que están por detrás de la pieza perdida comienzan a inclinarse hacia adelante, recibiendo las fuerzas de la masticación de manera oblicua. El molar antagonista, el que masticaba con la pieza perdida, comienza a extruirse buscando a su opositor perdido. Todo ello hace que los dientes engranen unos con otros de manera exagerada impidiendo los movimientos masticatorios normales. Es lo que se denomina colapso oclusal.